26 mar 2010













Yo no me olvido y nadie lo hará. Pasaron treinta y cuatro años, y todavía pidiendo. Para callar a una persona no basta con matarla, reprimirla, arrancarle la raíz, despojarla del amor ni nada de todo lo que se dieron el lujo a hacer; Para callar a una persona se necesita silenciar todas las voces en la tierra, apagar mas de treinta mil razones, se necesita usar algo mas que "el gatillo fácil". Hoy en día todos los que somos gritamos por ellos, luchamos por ellos, por nosotros y los que van a venir. Nos reunimos hoy, en plena democracia para seguir recordando el calvario que muchos tubieron que vivir, llorarlos, vernos reflejados en otras personas que extrañan y sufren igual que lo hacemos otros muchos, como si ellas fueran espejos. El pueblo extraña, el pueblo se alimenta de memoria, luchamos y exijimos por los que a pesar de todo y nada nunca se cansaron de soñar, los que nunca se cansaron de escapar a la libertad, las personas que hasta en pesadillas soñaban con la paz. Los treinta mil y un desaparecidos todavía siguen vivos, en mi y en todos; Por que para callarlos no alcanza con matarlos, para callarlos se necesitaría que nosotros dejemos de recordarlos, dejemos de extrañarlos y de pensarlos nuestros erohes. Nunca, pero nunca mas, por que un pueblo que hace memoria se hace dueño de su destino.
Los viejos amores que no están, la ilusión de los que perdieron. Todas las promesas que se van, y los que en cualquier guerra se cayeron. Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia. El engaño y la complicidad de los genocidas que están sueltos, el indulto y el punto final a las bestias de aquel infierno. Los desaparecidos que se buscan con el color de sus nacimientos, el hambre y la abundancia que se juntan, el mal trato con su mal recuerdo. Todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia. Dos mil comerían por un año con lo que cuesta un minuto militar. Cuántos dejarían de ser esclavos por el precio de una bomba al mar. Todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia. La memoria pincha hasta sangrar a los pueblos que la amarran y no la dejan andar libre como el viento.

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