26 oct 2010

Recuerdo aquel día en el que nos embarcamos hacia el Tigre.
Me pasaste a buscar por mi casa bien temprano y juntos nos fuimos a tomar el colectivo. El viaje fue larguisimo. Íbamos sentados uno contra el otro semi dormidos pero por suerte vos no parabas de mirar el camino. Al llegar a la estación de trenes no hicimos mas que sacar el pasaje y sentarnos en un vagón a charlar de nosotros, sobre esa relación inconclusa que teníamos que era linda pero confusa al mismo tiempo.
Al llegar al Tigre buscamos una lancha que nos llevara a un camping citado en no me acuerdo que isla, donde ahí pasaríamos un día memorable durmiendo en una carpa.
Lo primero que hicimos fue buscar un lugar alejado de toda la gente para que a nadie se le diera la oportunidad de molestarnos y al encontrar el lugar perfecto, antes de poner en pie el campamento nos sentamos sobre el firme y abundante pasto verde a fumarnos un cigarrillo.
Armar la carpa fue todo un desafío para vos, y para mi fue una imagen muy cómica la cual mi risa no podía contenerse al verte luchar con un par de varillas y un retazo de tela impermeable con forma de higlu. Termine enseñándote yo a armarla, y al hallarse parada e inmóvil sobre el pasto no pudimos resistirnos a la tentación y como si todo fuera una película guionada nos metimos sin transmitirnos palabra alguna, como si los dos ya supiéramos que pensaba el otro, como si ese fuera único objetibo.
Entramos, nos sentamos, nos miramos y sin esperar un solo momento mas nos empezamos a besar como si esa fuese la ultima vez que nos viésemos o como si el mundo se apagaría al día siguiente y no nos quedaba mas que hacer que amarnos por ultima vez. En la carpa hacia mucho calor, era indiferente saber si era por los rayos del sol del mediodía o por la temperatura de los cuerpos y el amor. Tus manos frías enfriaban cada parte que tocaban de mi cuerpo, tanto que la piel de gallina era imposible de esconder. De a poco nos fuimos sacando cada prenda hasta que quedamos completamente limpios de colores superficiales. Tu cuerpo se mezclaba los colores, tu tes morena se confundía con el color verde de la carpa que realzaba su color en nuestros cuerpos con los rayos del sol que se hallaba del otro lado del techo de tela impermeable, y a continuación de eso pasamos a tener el sexo mas largo y agotador de la vida entera. Seguido de eso volvimos a fumar, fue uno de los mejores cigarrillos, el mas saciado, el del momento ideal.
De golpe al darnos cuenta el sol no estaba mas ni en sima de nuestra carpa ni de ninguna otra. Era de noche y el verano había traído el cielo mas azul y estrellado ideal para pasar en el tigre junto a tu compañía.
Nos fuimos a caminar después de pasar horas y horas acostados en el suelo. Nos sentamos a la orilla del río y nos tomamos una birra fría, cantamos canciones que a los dos nos gustaban y no paramos de reír. Jugamos, corrimos e hicimos cosas divertidas. Cuando a la madrugada nos empezó a agarrar frío volvimos a la carpa y todo volvió a empezar. A la mañana siguiente, sin dormir, nos volvimos igual que como fuimos pero mas contentos. Nuestra relación paso de ser nada seria a convivir un día entero con vos, con tu sexo, con tu voz que era la única que pude escuchar todas esas horas, con tu compañía. Aún ahora sigo amando ese día. Todavía recuerdo aquel día en el que nos embarcamos hacia el Tigre.

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