7 dic 2010

La vida se agiganta a medida que me hundo.
Todo era un efecto colateral de la tristeza que experimentaba el ser.
Los ojos veían a la luz nacer reflejito por reflejito a través de la persiana, y, ver eso la hacia tener siquiera una ilusión de volver a la vida. Sentía la necesidad de revestirse con viento y recorrer las calles por los surcos de las baldosas de aquella que había sido su ciudad, pero el acto involuntario del dolor la arrastra otra vez a la vida quieta y sin tiempo, a la muerte de los vivos.

Siente el brillo del agua en sus ojos y añora el dolor del llanto. Ella como si fuera de piedra, solo quiere volver a sentir.

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