25 jul 2011

Después de seis años, Rocio ya tiene 23, vive sola en una pequeña casa ubicada en la ciudad de Buenos Aires (exacto, todavía no logro irse de allí). Una mañana Rocio se levanto y fue al baño, su casa seguía como en la noche; los libros desparramados en el suelo, las velas que olvido apagar en la noche ya consumidas, la música encendida en un volumen bajo, los pinceles desparramados por la mesa, su colchón desarmado en el suelo y el cenicero lleno de colillas... Nada parecía aparentar que ese no iba a ser un día como todos.

En el baño cepillo sus dientes, fue a la mesa de luz y tomo el cenicero, se sento n el suelo debajo de la ventana y fumo despacio.
Sonó el teléfono. Ring, ring, ring, ring, ring.
No atendió. Siguió fumando, viendo como el humo que salia de su nariz se hacia blanco al tocar la luz del sol que entraba por el vidrio.Volvió a sonar el teléfono. Tomo el cenicero, y fue atender.
"Hola" Dijo con voz ronca y entre dormida. "Rocio sos vos" La voz de un hombre.
Esa voz, le era conocida, familiar... Era una voz que ella había escuchado años enteros y todos los días. Pero aun así, seguía sin reconocerla. Después de unos segundos de silencio, pito apurada el cigarrillo y lo apago, trago el humo y dijo.
"Si, Rocio. ¿Quien habla?"
"Soy Federico, volví"

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